02 de noviembre de 2010
"Hola amigos;
Utilizo el título del libro de García Márquez "Relato de un Náufrago", para contarles mi relato, de la conmocionante experiencia por la que acabo de pasar. Si hace unos años colaboraba en el rescate del trimarán "Groupama" de Franck Cammas o también de los jóvenes regatistas de minitransat que tuvieron problemas en cercanías de La Palma, hoy me tocó a mi ser el rescatado. Este es un pequeño relato de lo sucedido:
Luego de una recalada en Porto Santo (Isla cercana a Madeira) nos dirigíamos en un velero Bavaria 32 (11 metros de eslora) con otros dos amigos hacia el Estrecho de Gibraltar. La primera parte de la navegación desde Canarias habia sido muy buena y la idea de recalar en Porto Santo era de reponer un poco de energías y verificar la meteorología para los cinco días siguientes que nos restaban para llegar a la zona del estrecho. Me sentía feliz en ese momento, estaba realizando un lindo viaje, mientras uno de mis hijos disputaba el Campeonato de Canarias de laser y el otro navegando en optimist, en fin... "una familia de navegantes", pensé con orgullo. Para el primer día, el pronóstico daba vientos del WSW intensidad 15-18 nudos y ALTURA DE OLA-4-5 MTS. Una situación meteorológica ideal, es decir, viento favorable y altura de ola "soportable" para los que navegamos por esta zona. Los días subsiguientes se mantenía del WSW y finalmente el viento rotaba un poco al Norte, 20 nudos. Seguía bueno.
El viento nos llevaría sin problemas en rumbo directo hacia el estrecho...el viaje perfecto, pensamos todos... Pero algo iba a fallar en la previsión y en el medio del fallo, íbamos a estar nosotros en un pequeño barco de 30 pies. A las 36 horas de haber partido, el viento que tenía que ser de 18 nudos era de 40 nudos y las olas que tenían que ser de 4 metros, eran de 10. Fácil decirlo pero difícil vivirlo. Por el atardecer del día previo al rescate, ya íbamos "aguantando" con dos manos de rizos y un pequeño paño en proa. Las olas, eran verdaderas montañas que en mis 35 años de experiancia en la vela, no habia visto jamás. Ni siquiera en el Atlántico Sur, ni en el Golfo de Vizcaya ni en ninguna de las miles de millas que tengo en mis espaldas. Habíamos decidido bajar toda la vela mayor y mantener solo con un pequeño paño en proa, pero para no correr riesgos esperaríamos que amaneciera. y así lo hicimos. La velocidad del barco había bajado, y todo era mas controlable... Pero momentos después una verdadera "ola asesina" nos dio de lleno. 5 segundos antes de la ola, el barco se paro en seco, como si chocaramos contra una pared e inmediatamente después, "la ola asesina" nos dio de lleno. Yo iba al timón, pues ya el piloto automático no podía responder a los embates de las olas y sentí como si Mike Tyson me diera un golpe en la espalda.
El barco escoró hasta poner su mástil en la mar, inhundando el interior. Fernando, el amigo que iba en la litera del salón "aguantando", salio fuera como si hubiese visto al mismísimo demonio cuando la ola inundó la cabina. En un segundo todo era un desastre, sin energía, el barco con agua en su interior en fin, no se cuanto más. Pensé que el fin había llegado. Una vez "controlados emocionalmente", llamamos por satélite al Salvamento Marítimo, informando de nuestra situación, para que estuviesen alertas. La información que nos daban, no era alentadora, el viento comenzaría a arreciar en las próximas horas, y a medida que nos acercásemos a la costa (estábamos a 300 millas de la boca del Estrecho de Gibraltar) las olas no solo serían enormes sino que empezarían a romper, dado que la plataforma continental haría de catapulta de estas olas. Jorge, el armador del barco tomo la decisión que nunca jamás en mi vida pensé que me iba a pasar: ABANDONAR UN BARCO EN ALTAMAR. Se activó la radiobaliza y no pasó mas de un minuto en que recibimos la llamada al telefono satelital consultándonos si deseábamos una evacuación o un rescate. "EVACUACIÓN" le indicó a viva voz el armador. Entonces el operador nos informó que saldría un avión que reconocería nuestra posición y trataría de ubicar los buques mercantes en la zona. Una vez llegado el avión a nuestra zona, nos informaban que debíamos aprovechar una pequeña ventana de relativa calma, para el momento de rescate, pues mas tarde, el frente de tormenta se renovaría aun con mas fuerza y comenzaría a arreciar.
Era ahora o nunca. Uno de los barcos que en principio respondió al pedido de rescate, un carguero de 170 metros de eslora, informaba un rato después que había tenido un corrimiento en su carga debido a la altura de las olas, que le era imposible asistirnos. Sólo quedaba una sola opción para salvar nuestras vidas: un helicóptero de la armada portuguesa con base en el aeropuerto de Faro (Portugal). Esto quedaba a dos horas de nuestra posición y -segun nos informaban del avión que hacía de enlace- solo tendría 10 minutos para nuestro rescate, pues la posición era al límite de su autonomía de combustible. En ese momento, yo pensaba si era una película que estaba viendo. Que no era yo el que estaba ahí, que me despertaría de esta pesadilla.
Luego de un tiempo de incertidumbre, la comandante del avión SASEMAR 130, nos indicaba que en 25 minutos, el helicóptero (el más grande helicóptero de la armada Portuguesa) estaría sobre nosotros y que para ese momento debíamos abandonar el barco y ESTAR A BORDO DE LA BALSA SALVAVIDAS y llevar la radiobaliza por si se cortaba la boza y quedabamos a merced del mar en la noche. Decir esto es facil, pero vivirlo... El primero en saltar a la balsa fue Fernando, luego yo y luego Jorge. Yo llevaba la radiobaliza, atada a mi arnés con el cabo que traen y en una maniobra que aún no entiendo como pasó, este cabo quedó enredado en el guardamancebo del barco, haciendo tanta presión que me caería al mar. "JORGE, CORTA-CORTA EL CABO POR FAVOR!!!!" le repetí a gritos. Jorge con la navaja que tenía preparada, logró cortarlo y yo pude mantenerme en la balsa. De haber caído al mar, no se que sería de mi. Ver el velero desde la balsa es una imagen que jamás olvidaré. Para ese momento, el helicóptero estaba sobre nosotros. El ruido era infernal y el mar parecía que hervía con el viento provocado por las aspas. El primero en subir sería yo pues tenía un tremendo golpe en la espalda, luego Fernando y Jorge al Final. Cuando vi bajar al rescatador del helicóptero, es otra imagen que jamás olvidaré, cayó al mar y nado hasta la balsa.
Era impresionante ver como el helicóptero se mantenía en su posición con el viento que había. El rescatista subió a la balsa, y nos indicó que debíamos hacer. Me puse el arnés del cable que nos subiría a bordo del helicóptero, cerré mis ojos, me encomendé a Dios y sentí como en primer momento nos sumergimos en el mar cuando pasó justo una ola. No volví a abrir los ojos hasta que no estuve dentro del helicóptero. Y así hicieron con los demás. Una vez a salvo, fueron dos horas de vuelo hasta la ciudad de Faro, al sur de Portugal donde nos esperaban dos ambulancias que nos llevarían hasta el hospital de Faro, pues estábamos todos con hipotermia y con golpes en el cuerpo y conmocionados por la situación vivida. En el hospital había parte de las 500 personas que habían tenido que rescatar de sus casas de las costas de Portugal, según daba la información los medios.
Estaré agradecido para toda mi vida, de: Los Pilotos y Rescatistas del helicóptero de la armada Portuguesa (no se sus nombres), a los médicos y asistencia social del Hosiptal de Faro y a Salvamento Marítimo de España por la coordinación del SAR y en especial a la comandante del avión SASEMAR 130, que nos contuvo en los momentos de extrema tensión.
Un abrazo; Marcelo R. Gonzalez"
Utilizo el título del libro de García Márquez "Relato de un Náufrago", para contarles mi relato, de la conmocionante experiencia por la que acabo de pasar. Si hace unos años colaboraba en el rescate del trimarán "Groupama" de Franck Cammas o también de los jóvenes regatistas de minitransat que tuvieron problemas en cercanías de La Palma, hoy me tocó a mi ser el rescatado. Este es un pequeño relato de lo sucedido:
Luego de una recalada en Porto Santo (Isla cercana a Madeira) nos dirigíamos en un velero Bavaria 32 (11 metros de eslora) con otros dos amigos hacia el Estrecho de Gibraltar. La primera parte de la navegación desde Canarias habia sido muy buena y la idea de recalar en Porto Santo era de reponer un poco de energías y verificar la meteorología para los cinco días siguientes que nos restaban para llegar a la zona del estrecho. Me sentía feliz en ese momento, estaba realizando un lindo viaje, mientras uno de mis hijos disputaba el Campeonato de Canarias de laser y el otro navegando en optimist, en fin... "una familia de navegantes", pensé con orgullo. Para el primer día, el pronóstico daba vientos del WSW intensidad 15-18 nudos y ALTURA DE OLA-4-5 MTS. Una situación meteorológica ideal, es decir, viento favorable y altura de ola "soportable" para los que navegamos por esta zona. Los días subsiguientes se mantenía del WSW y finalmente el viento rotaba un poco al Norte, 20 nudos. Seguía bueno.
El viento nos llevaría sin problemas en rumbo directo hacia el estrecho...el viaje perfecto, pensamos todos... Pero algo iba a fallar en la previsión y en el medio del fallo, íbamos a estar nosotros en un pequeño barco de 30 pies. A las 36 horas de haber partido, el viento que tenía que ser de 18 nudos era de 40 nudos y las olas que tenían que ser de 4 metros, eran de 10. Fácil decirlo pero difícil vivirlo. Por el atardecer del día previo al rescate, ya íbamos "aguantando" con dos manos de rizos y un pequeño paño en proa. Las olas, eran verdaderas montañas que en mis 35 años de experiancia en la vela, no habia visto jamás. Ni siquiera en el Atlántico Sur, ni en el Golfo de Vizcaya ni en ninguna de las miles de millas que tengo en mis espaldas. Habíamos decidido bajar toda la vela mayor y mantener solo con un pequeño paño en proa, pero para no correr riesgos esperaríamos que amaneciera. y así lo hicimos. La velocidad del barco había bajado, y todo era mas controlable... Pero momentos después una verdadera "ola asesina" nos dio de lleno. 5 segundos antes de la ola, el barco se paro en seco, como si chocaramos contra una pared e inmediatamente después, "la ola asesina" nos dio de lleno. Yo iba al timón, pues ya el piloto automático no podía responder a los embates de las olas y sentí como si Mike Tyson me diera un golpe en la espalda.
El barco escoró hasta poner su mástil en la mar, inhundando el interior. Fernando, el amigo que iba en la litera del salón "aguantando", salio fuera como si hubiese visto al mismísimo demonio cuando la ola inundó la cabina. En un segundo todo era un desastre, sin energía, el barco con agua en su interior en fin, no se cuanto más. Pensé que el fin había llegado. Una vez "controlados emocionalmente", llamamos por satélite al Salvamento Marítimo, informando de nuestra situación, para que estuviesen alertas. La información que nos daban, no era alentadora, el viento comenzaría a arreciar en las próximas horas, y a medida que nos acercásemos a la costa (estábamos a 300 millas de la boca del Estrecho de Gibraltar) las olas no solo serían enormes sino que empezarían a romper, dado que la plataforma continental haría de catapulta de estas olas. Jorge, el armador del barco tomo la decisión que nunca jamás en mi vida pensé que me iba a pasar: ABANDONAR UN BARCO EN ALTAMAR. Se activó la radiobaliza y no pasó mas de un minuto en que recibimos la llamada al telefono satelital consultándonos si deseábamos una evacuación o un rescate. "EVACUACIÓN" le indicó a viva voz el armador. Entonces el operador nos informó que saldría un avión que reconocería nuestra posición y trataría de ubicar los buques mercantes en la zona. Una vez llegado el avión a nuestra zona, nos informaban que debíamos aprovechar una pequeña ventana de relativa calma, para el momento de rescate, pues mas tarde, el frente de tormenta se renovaría aun con mas fuerza y comenzaría a arreciar.
Era ahora o nunca. Uno de los barcos que en principio respondió al pedido de rescate, un carguero de 170 metros de eslora, informaba un rato después que había tenido un corrimiento en su carga debido a la altura de las olas, que le era imposible asistirnos. Sólo quedaba una sola opción para salvar nuestras vidas: un helicóptero de la armada portuguesa con base en el aeropuerto de Faro (Portugal). Esto quedaba a dos horas de nuestra posición y -segun nos informaban del avión que hacía de enlace- solo tendría 10 minutos para nuestro rescate, pues la posición era al límite de su autonomía de combustible. En ese momento, yo pensaba si era una película que estaba viendo. Que no era yo el que estaba ahí, que me despertaría de esta pesadilla.
Luego de un tiempo de incertidumbre, la comandante del avión SASEMAR 130, nos indicaba que en 25 minutos, el helicóptero (el más grande helicóptero de la armada Portuguesa) estaría sobre nosotros y que para ese momento debíamos abandonar el barco y ESTAR A BORDO DE LA BALSA SALVAVIDAS y llevar la radiobaliza por si se cortaba la boza y quedabamos a merced del mar en la noche. Decir esto es facil, pero vivirlo... El primero en saltar a la balsa fue Fernando, luego yo y luego Jorge. Yo llevaba la radiobaliza, atada a mi arnés con el cabo que traen y en una maniobra que aún no entiendo como pasó, este cabo quedó enredado en el guardamancebo del barco, haciendo tanta presión que me caería al mar. "JORGE, CORTA-CORTA EL CABO POR FAVOR!!!!" le repetí a gritos. Jorge con la navaja que tenía preparada, logró cortarlo y yo pude mantenerme en la balsa. De haber caído al mar, no se que sería de mi. Ver el velero desde la balsa es una imagen que jamás olvidaré. Para ese momento, el helicóptero estaba sobre nosotros. El ruido era infernal y el mar parecía que hervía con el viento provocado por las aspas. El primero en subir sería yo pues tenía un tremendo golpe en la espalda, luego Fernando y Jorge al Final. Cuando vi bajar al rescatador del helicóptero, es otra imagen que jamás olvidaré, cayó al mar y nado hasta la balsa.
Era impresionante ver como el helicóptero se mantenía en su posición con el viento que había. El rescatista subió a la balsa, y nos indicó que debíamos hacer. Me puse el arnés del cable que nos subiría a bordo del helicóptero, cerré mis ojos, me encomendé a Dios y sentí como en primer momento nos sumergimos en el mar cuando pasó justo una ola. No volví a abrir los ojos hasta que no estuve dentro del helicóptero. Y así hicieron con los demás. Una vez a salvo, fueron dos horas de vuelo hasta la ciudad de Faro, al sur de Portugal donde nos esperaban dos ambulancias que nos llevarían hasta el hospital de Faro, pues estábamos todos con hipotermia y con golpes en el cuerpo y conmocionados por la situación vivida. En el hospital había parte de las 500 personas que habían tenido que rescatar de sus casas de las costas de Portugal, según daba la información los medios.
Estaré agradecido para toda mi vida, de: Los Pilotos y Rescatistas del helicóptero de la armada Portuguesa (no se sus nombres), a los médicos y asistencia social del Hosiptal de Faro y a Salvamento Marítimo de España por la coordinación del SAR y en especial a la comandante del avión SASEMAR 130, que nos contuvo en los momentos de extrema tensión.
Un abrazo; Marcelo R. Gonzalez"