Diole la vara de mayor justicia
En todos los distritos celestiales,
Y porque pesa al justo, y sin codicia,
E pintan con valanças los mortales.
Hízole general de la milicia,
De todas sus legiones inmortales,
Y por eso le pintan en la tierra,
Con un arnes trançado en son de guerra.
Cairasco, 1603
En todos los distritos celestiales,
Y porque pesa al justo, y sin codicia,
E pintan con valanças los mortales.
Hízole general de la milicia,
De todas sus legiones inmortales,
Y por eso le pintan en la tierra,
Con un arnes trançado en son de guerra.
Cairasco, 1603
La Heráldica surge como elemento distintivo de apellidos, linajes o insignia de corporaciones. Había sido confundida con leyendas o incluso acompañada de explicaciones fantásticas y por ello quedó relegada al conocimiento de unos pocos, vinculándose por ejemplo con el mundo de los nobles. Como lo describía Alvarez Villar, un blasón, aparte de otras consideraciones, es un documento pintado, labrado en piedra o madera, que testimonia un hecho, se refiere a un tiempo y alude a un apellido relacionado con la historia de un lugar en determinado país.
En el primer y más antiguo museo de la ciudad, en la magnífica Sociedad La Cosmológica, se encuentra una numerosa colección de escudos. Un precioso muestrario variado de la Heráldica de esta Isla: piedras armeras, madera tallada y policromada, pintura sobre tabla y mármol, todo un repertorio de posibles soportes para motivos heráldicos.
Antiguamente se hallaban colocados en fortificaciones, desaparecidos conventos e innumerables casas solariegas.
De la antigua torre de San Miguel del Puerto de la capital palmera son los blasones en piedra caliza del primer adelantado Alonso Fernández de Lugo; el escudo real, bastante deteriorado por el tiempo; y el del santo Arcángel armado- Jefe de la milicia evangélica en la Isla- que se trata de un relieve con el tema de Miguel-dragonado. Este último, según Gómez Pamo, representado más como un artístico relieve con resabios todavía góticos que como un
escudo de armas… Estos tres escudos adornaban los muros de la desaparecida torre de San Miguel del Puerto.
En el mencionado escudo real, por ejemplo, se aprecian claramente los cuarteles de las armas reales, otro que representa la lucha del Arcángel San Miguel con el dragón y otro de más problemática interpretación. Todos ellos estudiados profundamente por Gómez Pamo y Guerra del Río, entre otros investigadores, y que no dejan lugar a dudas de que estamos ante los tres escudos de los muros de tal fortaleza, tal y como se desprende también de los dibujos y
pinturas llegadas hasta nosotros.
De todas las fortificaciones con las que contaba la ciudad de Santa Cruz de La Palma -como el Castillo Real de Santa Catalina de Alejandría (principal), el de la Santa Cruz del Barrio, la Batería del Carmen, de San Felipe, de San Antonio, de San Pedro, de San Jacques, de Santa María de Saboya, el Fuerte de San Miguel, el Reducto de Bajamar, el Polvorín
de la Cuesta de Calcinas, etc- , dos de ellas fueron puestas bajo la advocación del Arcángel. Éste, en general, ocupó un lugar preeminente no sólo como defensor de las portadas de los templos sino como vigía de torres.
El 17 de julio de 1514 el Lcdo. Valcárcel, teniente real de Tenerife y La Palma, disponía de una Provisión Real para recaudar 150.000 maravedíes en las tres islas realengas con el fin de edificar dos torres, una en Tenerife y otra en La
Palma. Se sabe que el 13 de junio de 1515 la Torre palmera ya había sido levantada con un coste final de 250 ducados, que era todo lo que se había podido recaudar en claro menoscabo de lo ordenado en su momento por la corona.
Fuente :http://www.lalagunaahora.com